El rastro.

Decidí bajar al Rastro de los Sueños, había oido hablar muchas veces de él pero nunca habia estado tan desanimado como para perderme entre sus puestos en los que reinaba con total austeridad el color negro solo roto de vez en cuando con manadas de amarillas y voladoras mariposas. La elegancia brillaba por su ausencia en cada rincón del rastro, yo tampoco llevaba mis mejores galas asi que no desentonaba. Me dediqué a observar, siempre he sido muy observador, a veces incluso tengo la sensación de que pequeños detalles que para ti pasan totalmente inadvertidos, consiguen almacenarse en mi memoria o sacarme una sonrisa, no me gustaba nada el sitio, sino fuera por el espectáculo de las mariposas hace tiempo qe hubiera volado con ellas....

Mientras pensaba esto, ví a una bonita mujer de unos 30 años con unas rasgos orientales bastante marcados, se dedicaba a hacer una globoflexia de nivel superior a las típicas espadas y perritos para luego venderlos al módico precio de 25 centimos. Solo ví una niña en todo mi paseo, rasgos gitanos aderezados con pecas en la cara, que le hacían ser una monada andante. Me acerqué a su puesto, y me dijo mirandome a los ojos, me compras algo?, le compré un bollo de azúcar moreno, y le pregunté...

Que quieres ser de mayor? tienes alguna prioridad en la vida?
tras concederse unos instantes para pensar mi pregunta, me respondió:

quiero ser feliz, y solo tengo una prioridad:

Comerme el mundo con la mejor de mis sonrisas!